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Del 29.06.12 al 28.08.12

Coragem

- Quintanila, Dudu

Artista ganador del Tercer Premio del Salón Nacional 2011

Foto de sala
Foto de sala
Foto de sala
Foto de sala

Dudú en algún lugar cercano

Juan Valentini

Hace tiempo que no le damos la menor importancia a la estupidez moralista, pero al ver las fotos de Dudú, más de uno hace la arcada, reaviva los mandatos de la niñez y casi que levanta el índice altivo. Dentro del diverso espectro de los estilos y las actitudes, lo de Dudú no es ni antiguo impulso anti-burgués, ni gore actual. Sexo, enfermedad, muerte, detritos y alucinación hacen otra vida diaria, no como algo arrojado a la cara de alguien, sino como algo que se rescata y se ofrece.

Se trata de eso. De la vida de los personajes que Dudú va construyéndose para vivir. Personajes de ficción propiamente, por más breves que sean sus pasos por esta vida, y personajes en el sentido de formas de energía que desencadenan y organizan formas de vivir. Uno va a encontrarlos si observa bien la obra, va a ver cómo se encarnan de las maneras más sutiles.

Especialmente por detrás del cuadro (como si, aun siendo ficción, comandaran la cámara, sacaran estas fotos que uno ve). Desde ahí los personajes enfilan su mirada con la intensidad suficiente como para abrir un fuera de campo fenomenal (para el que lo pueda ver), donde la más material aparición de los fenómenos ocurre.

Un travelling por calles, situaciones y ciudades, por interiores y exteriores, a cualquier hora. Lo principal es esta especie de continuum que se establece. La sensación de una sensibilidad que avanza y se propaga por distintos individuos, agrupamientos o medios sociales, prestándole atención a sus minúsculas, y de la manera más concreta.

Carne, carne, carne: esa es la base de la lectura, su atril. Dice mi amigo Emerson: acá la cosa es verga, culo, concha, verga, culo, concha. Piedra, tierra, barro, planta. Lo concreto de lo concreto. Palmera. “Acá” es un lugar (o muchos, un tipo de lugar), con sus condiciones físicas, climáticas, telúricas, pero sobre todo son modos de conectar con ese lugar. Porque uno puede no conectar y así perder la oportunidad de armar cadenas infinitas de sentidos (en todos los sentidos: sentido + sentido = SENTIDO), y pasar la vida flotando en espacios abstractos donde no hay sexo, no hay enfermedad, no hay muerte, no hay detritos, ni hay alucinación.

Carne. Desde este punto de vista (punto de tacto) todo se ve de otro modo. Ni menor, ni más básico: concreto. No aislada, embellecida, iluminada, enaltecida, aseptizada, diseñada, laboratorizada: vida orgánica, sensible, sentible, tocable, tocada, tocante, expresiva, atroz, olorosa, horrible, hermosa, viva, total. (Pero atravesada por todo el dolor de lo frío). Las cosas se cortan, se vacían, se descomponen, se renuevan. El corte se casa con la vida, no con la muerte en vida.

Si compras tomates orgánicos, ¿quién te garantiza que lo sean? La vida actual: caramelos electrónicos.

Síntoma es una trayectoria sin límites por ese real que la tristeza de estos días percibe como deforme excluíble. Una andanada por lo que el presente (mediático, mediatizado) tacha y machaca tachando con miedo galopante. Esa montaña de imágenes alude menos a la seriación conceptual de otros tiempos, menos a los archivos y a tantas otras viejas modas, en otro orden de cosas es menos el efecto de un trastorno obsesivo compulsivo de base Facebook, que la formulación experimentada de lo que puede querer decir el término “extensión” como recorrido hecho y por hacer, como tierra habitada y celebrada. ¡Celebrad! Pasar por esta gran montaña es un testimonio, una apelación y una forma de cavar otra fosa, con certeza menos amedrentadora. Y más que verosímil, brutamente real.

Lo que desaparece de la experiencia cotidiana, “normal” (culo, planta, tierra, concha, verga, palmera, piedra, barro), reaparece para ojos débiles como imagen terrorífica, monstruosa. Eso es lo que una heridita, un flujo corporal no controlado, mal depositado, un cadáver en su hora, representan en el mundo del “sexo lampiño”. (La imagen es de Franco Berardi, “Bifo”, un italiano filósofo de nuestro tiempo). Con lo que, y haciendo un juego de sentidos, el síntoma del título sería menos el de la enfermedad que el del horror al cuerpo “imperfecto”, al cuerpo a secas.

Con Porno, Dudú deshace la ilusión de la escena íntima en la que participamos a miles de impedimentos de distancia. Con su presencia afectiva, afectuosa, en los alrededores del set, rasga como un papel de algodón el profesionalismo de la cogida mal paga y mal iluminada (¿para cuándo una verdadera escala del amarillo al negro, llena de rojos, de naranjas?, ¿para cuándo dos labios inundados en delicadezas?). ¡Ah, solitario beso…! Penetrador y penetrado en los brazos de Dudú. La poesía es redentora.

¿Aló? ¿Aló? ¿A dónde se fueron todos? Creo que Dudú, en cierta forma, nos sostiene en la fragilidad en la que estamos.

Dudú Quintanilha realizó estudios en el IUNA. Participó por algo más de un año de las clases de Alberto Goldenstein. En 2009 participó de CIA Centro, formando parte de la Cooperativa Guatemalteca, un grupo de arte de agitación que trabaja en el Barrio Villa 31. En 2010 participó del Programa para Artistas de la UTDT. Expuso en Buenos Aires y en Río de Janeiro.