Sede Macro
Del 22.03.12 al 19.06.12

El Siluetazo

Documentos de la Colección Castagnino+macro

Realizada por primera vez en la Plaza de Mayo en septiembre de 1983, recupera una de las más importantes intervenciones de arte político argentino y uno de los gestos culturales de la lucha por los derechos humanos.

El Siluetazo

El Siluetazo fue una iniciativa colectiva, realizada por primera vez en la Plaza de Mayo, Buenos Aires, durante la tarde del 21 de septiembre de 1983.

En el marco de una propuesta curatorial tendiente a relevar ciertas posiciones críticas del arte argentino, el Macro presenta esta exposición que pone en foco imágenes de este movimiento producido en el momento en que las artes visuales comenzaron a alejarse del silencio propio de los primeros años de la dictadura militar (1976-1983). A través de una serie de registros fotográficos y documentación facsímil perteneciente al CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina), ingresados al museo por autorización de dicha entidad en 2004, esta muestra recupera el relato de lo que hoy puede leerse como una de las más importantes intervenciones de arte político de Argentina y uno de los gestos culturales referenciales de la lucha por los derechos humanos.

La acción que dio lugar a El Siluetazo fue planteada inicialmente por Rodolfo Aguerreberry (1942-1997), Guillermo Kexel (1953) y Julio Flores (1950), quienes pensaron en la posibilidad de hacer una obra que respondiera a las necesidades del contexto, una obra donde reclamaran por los ausentes de una manera diferente.

Un afiche del artista polaco Jerzy Spasky, publicado en el Correo de la UNESCO varios años antes, sugirió un principio de idea. En cada impreso había un dibujo de tantas figuras como muertos por día hubo en Auschwitz, con un epígrafe que decía: “Cada día en Auschwitz morían 2.370 personas, justo el número de figuras que aquí se reproducen”.

La idea comenzó a formalizarse cuando decidieron representar a todos los desaparecidos y realizar una acción colectiva cuyo punto de partida fuese la Plaza de Mayo. Agrupaciones estudiantiles de diferentes centros universitarios –todavía prohibidas–, los propios manifestantes de una manifestación convocada por las Madres de Plaza de Mayo y, finalmente, transeúntes de Buenos Aires, prestaron su cuerpo para delinear la silueta de cada cuerpo ausente.

La acción culminó con una gigantesca intervención urbana que ocupó buena parte de la ciudad. Como resultado, miles de siluetas realizadas sobre papel ocuparon las calles y quedaron estampadas en paredes, persianas y señales urbanas, exigiendo así verdad y justicia.