Sede Macro
Del 20.11.15 al 01.03.16

Pájaro afrodisíaco

- Washington Cucurto

Pájaro afrodisíaco reúne y expone una cantidad de materiales disímiles que provienen del universo del escritor, dibujante y productor multifacético Washington Cucurto.

Washington Curuto en la inauguración de su muestra
Foto de sala
Foto de sala

Yo lo vi pintar a Cucurto

Yo lo vi pintar a Cucurto. Coincidimos dos meses a principios del 2015 en una residencia de artistas en Francia, en la ciudad de Rennes. Cucurto ya llegó con la idea de pintar y se llevó una valijita con pasteles, marcadores y acrílicos. Al principio pintaba en papeles oficio una serie de travestis y mujeres desnudas, con frases, con paisajes urbanos detrás, y también retratos de escritores como Laiseca, Perlongher. Coloridos y eróticos pero todavía algo estáticos. No sé bien qué le pasó después, pero fue como una explosión, un enchastre de color y energía plástica.

De pronto se liberó de la serie, del formato. Empezó a pintar en afiches que yo le ayudaba a arrancar de la calle cuando volvíamos de los bares casi de madrugada en el frío helado de una primavera que no terminaba de llegar. Con dos o tres rollos enormes de papel, Cucurto subía los cuatro pisos del departamento donde nos alojábamos y a veces se quedaba pintando de noche, y pintaba desde la mañana siguiente hasta la tarde sin darse cuenta de que había pasado todo el día. ¿Qué hora es?, le preguntaba yo desde mi habitación. Las diez de la mañana, me gritaba él desde su estudio. Yo miraba el reloj: eran las cinco de la tarde.

Y fui testigo también de cómo iban entrando en sus cuadros las cosas que le iban pasando, cosas que hablábamos, frases que nos llamaban la atención, poemas, mails, pedazos de canciones. Cucurto tiene un radar gigante para captar lo que le sirve en su arte. Lo agarra al boleo y, tal como lo hace en su escritura, lo zampa en su pintura y lo convierte en algo completamente personal. En esos dos meses en Francia, trabajamos dando talleres literarios con hijos de inmigrantes, congoleños, angoleños, marroquíes. Las caras de los inmigrantes, su alienación, sus ojos desconfiados, su soledad, todo eso entró en sus cuadros, en colores terrosos y una confusión de cuerpos que buscan tener una identidad. 

Lo vi absorber influencias como una esponja, garabateando cuadernos como Frida Kahlo, haciendo collages a lo Lamborghini, mirando en silencio dibujos de Picasso. Me acuerdo que cuando descubrió a Basquiat, buscaba sus cuadros en Google y me gritaba desde su estudio: "¡Este grone la rompe, Pedrito!". Uno puede pensar que se obsesiona, y quizá es cierto, pero creo que los obsesivos no son permeables, no se dejan influenciar. Cucurto es una máquina de mirar y escuchar, después está su fuerza para plasmar el mundo. Y subrayo la palabra fuerza porque eso se percibe en su obra. Fuerza vital, fuerza física, fuerza expresiva. Es desfachatado pintando, tiene absoluta libertad. Así van saliendo sus demonios, sus mujeres, sus hombres sexuales. Porque su pintura es sobre todo sexual, trata en gran medida del deseo. 

¿Es expresionista, primitivo, bestial, lírico, violento, lúdico? Todo eso a la vez y más, puede ser delicado y puede ser también como el simple acto feliz de estar vivo mamarracheando la hoja. ¿Qué hay en los cuadros de Cucurto? Irresponsabilidad estética, colores sacándose chispas, libertad completa, mugre, intuición, amor desesperado y ternura. Cada día estoy más convencido de que Cucurto es un genio. Nunca deja de sorprenderme. Todavía lo veo pintando desaforado con la camiseta verde mosca de la selección mexicana, todavía lo oigo gritándome desde su estudio: ¡Pedrito, qué linda que es Francia!

Pedro Mairal

 

 

Washington Cucurto nació en Quilmes, Buenos Aires, en 1973. Publicó en poesía Zelarayán (Ediciones Deldiego, 1998), La máquina de hacer paraguayitos (Siesta, 1999), La fotocopiadora y otros poemas (Casa de la Poesía, 2002),¡Oh, tú dominicana del demonio! (Belleza y felicidad, 2002), Noches vacías (Eloísa Cartonera, 2003), 20 pungas contra un pasajero (Ediciones Vox, 2004), La cartonerita (Ediciones Vox, 2004), La luna en tus manos (Junco y Capulí, 2005), Hatuchay (El Billar de Lucrecia, 2005), Como un paraguayo ebrio y celoso de su hermana (Ediciones Vox, 2005), Upepeté. Noticias del Paraguay (Yiyi Yambo, 2009), El tractor (Eloísa cartonera, 2009), Un poeta en Nueva York (Eloísa cartonera, 2010), El hombre polar regresa a Stuttgart (Ediciones Vox, 2010), La pajarera de Once (Ediciones Vox, 2012), Basta de escribir novelas! (Garrincha Club, 2012), Papá se incendia (Espacio Hudson, 2013), Hombre de Cristina (Ediciones Vox, 2013), 100 poemas (Interzona, 2014), Si te copás y curtís (Ivan Rosado, 2015); y también las novelas Cosa de negros (Interzona, 2003), Fer (Eloísa Cartonera, 2003), Panambí (Eloísa Cartonera, 2003), Las aventuras del señor Maíz (Interzona, 2005), Hasta quitarle Panamá a los yanquis (Eloísa Cartonera, 2005), El curandero del amor (Emecé, 2006), Mi ticki cumbiatera (Yerba mala cartonera, 2007), Macanas (Belleza y felicidad, 2009), El amor es mucho más que una novela de 500 páginas (Mansalva, 2013), Sexibondi (Interzona, 2013), La culpa es de Francia (Emecé, 2014) y La línea negra (Paisanita Editora, 2015). En 2014 realizó la muestra "Explosión acuarela" y también expuso en diversos espacios como ArteBA y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Desde 2002, dirige la editorial y cooperativa de trabajo Eloísa Cartonera.