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Del 08.06.07 al 05.08.07

Incorporaciones Recientes módulo 5 Escena Tucumana

Castagnino+macro

¿Puede hablarse de una escena tucumana?
La exhibición propone un registro de escenas que se superponen, se conectan o actúan como monólogos, en la búsqueda de un estilo regional.
Las obras que exponemos de la producción artística en Tucumán han sido realizadas a lo largo de una década: la primera es una pintura de Rodolfo Bulacio (1995) y las últimas fueron construidas durante 2005. Nos hallamos, entonces, ante artistas de diferentes generaciones y con muy distintas preocupaciones, que han utilizado, igualmente, lenguajes diversos.
El tono festivo y pop de Bulacio nada se asemeja a lo que parece ser la preparación de un enfrentamiento de dos bandos de ovejas en otra pintura, la de Marcos Figueroa; o la gorra militar de ónix de Carlota Beltrame. ¿Puede hablarse así de una escena tucumana? Seguramente no; en todo caso, la muestra servirá como un registro de escenas inscriptas superpuestamente o a la par, que a veces conectan, linkean entre ellas o, en otras oportunidades, se posicionan como verdaderos monólogos. Obviamente, se descarta de antemano cualquier pretensión de postular un inexistente estilo regional, aquello que postularía un arte tucumano.
¿Hay acaso similitud entre las reflexiones sobre el espacio-tiempo que desarrollan Natalia Lipovetzky y Javier Soria Vázquez en sus fotografías con El Mirador, de Pablo Guiot, que invierte los roles de artista y receptor?
El mural de Javier Juárez captura imágenes de la realidad, que, a su vez, han sido tamizadas por los “mass-media” (hay aquí una operación de doble selección: la del medio y la del artista, en definitiva, un trabajo de postproducción); pero esa realidad, cruda y sin mediaciones, carga la fotoperformance de Rolando González Medina, un registro en el que el artista se autoflagela. En sus fotomontajes, Andrea Elías se atreve a crear su propio paisaje: ¿simulacro de la realidad o una ficción?, una estrategia que funciona también en la intervención digital de Sebastián Rosso en orden a sus apropiaciones de imágenes. Son también precisos paisajes los colores a los que apela con nombres propios Alejandra Mizrahi: pequeños fragmentos de espacios cotidianos que definen la identidad de Tucumán. A la distancia, la maja de Ramón Teves exhibe un prolijo retrato.
En la obra de Alejandro Gómez Tolosa se extreman estos operativos de apropiación para plantear una mirada desarticuladora más que fragmentaria, a través del collage print. En la pintura de Rubén Kempa todo suena a diseño en un relato que respira un cuento personal; Sandro Pereira, nuevamente, se autopresentará en su escultura con esa mirada llena de ternura pero dislocando la tradicional ubicación del objeto mientras que la pintura de Rosalba Mirabella, también en clave neopop, respirará ese fuerte tono íntimo.
La tela cruda de Ricardo Fatalini con dos círculos y dos colores impugna, decididamente, el barroquismo multicolor de Blanca Machuca, quien incorpora a la madera acrílico, tela, metal y fotografía, como así también al objeto de Rolo Juárez, una construcción en la que participan hierro, alambre, silicona, elástico, cuentas acrílicas, resina y artefactos eléctricos.