Sede Castagnino
Del 19.03.15 al 21.04.15

La colección en foco. 6

Flores de colección, apuntes de botánica

Esta breve selección de pinturas de la colección del museo ilustra el interés de los artistas por la representación de flores, ya sea en pequeños detalles o en generosas composiciones de ramos y floreros.

Basaldúa, Héctor. Vaso con anémonas

La práctica de representar plantas y flores de manera realista es tan antigua como la pintura occidental. Su connotación simbólica encuentra el origen en la mitología –donde las plantas eran usadas como metáforas de virtudes y vicios– y en los textos bíblicos antiguos –especialmente en el Cantar de los Cantares– donde la imagen alegórica del jardín cerrado, pleno de flores y esencias evocaba el modelo del alma humana. En épocas renacentistas, los pintores de los Países Bajos utilizaron la imaginería botánica medieval para crear atributos o símbolos. A través de ellos otorgaron identidad a sus retratados y dotaron de referencias morales o filosóficas a sus temas relacionados a la devoción, el placer o la belleza entendida como ilusoria y vana.


Recién en el siglo XVII las naturalezas muertas surgieron como un género independiente: alegorías de la fugacidad de la vida en este mundo, fueron vinculadas al concepto del vanitas. En este marco, la pintura de flores tuvo su momento de esplendor entre los maestros de los Países Bajos, destacados por sus ejecuciones minuciosas y refinadas. Una gran variedad de especies autóctonas y exóticas fueron representadas con la habilidad de expertos botánicos junto a porcelanas chinas, vidrios venecianos o vasos de plata cuando el país se erigía como centro del comercio europeo y vivía un período de euforia especulativa por los bulbos de tulipán, cuyo precio supo alcanzar valores desorbitados. Estas obras de arte cuyo simbolismo estaba dedicado a una audiencia cultivada, integraban las más preciadas posesiones de la corte y de la alta burguesía, que también solían incluir jardines con especímenes raros, grabados y libros de botánica. Los cánones de la pintura de flores holandesa de siglo XVII persistieron.

Luego de que declinara como un género menor y se convirtiera en un eficaz ejercicio en las academias europeas de siglo XVIII y XIX, los artistas modernos le devolvieron su jerarquía y vitalidad, otorgándole un nuevo alcance a través de la interpretación del tema con nuevos lenguajes. Y no pocas veces, sin renunciar al ojo del entusiasta botanista aficionado.