Sede Macro
Del 08.07.11 al 30.08.11

pampaparaíso

Marcela Mouján

Mouján, Marcela

Obras pictóricas con una visión idealizada de la naturaleza regional.

Foto de sala
Foto de sala

viernes 08.07.11 | cierre: 30.08.11

piso 1




Flora y Frankenstein

Lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar.
Rainer María Rilke

Veo las cosas como son, vamos de fuego en fuego hipnotizándonos…
Gustavo Cerati. Deja vu – Fuerza Natural

 

La naturaleza es una señora sádica y voluptuosa. ¿De qué otra manera explicar su comportamiento? Nos seduce primero con su espectro infinito de colores, brillos, texturas, exhuberancias florales y deliciosos artilugios morfológicos, para luego dejarnos presenciar ese perecer lento que somete a los colores, aún los más intensos, a la tiranía del marrón turbio. Las formas se ablandan y se ponen bobas, inconsistentes. Siempre me emocionó la manera en que los artistas se empeñaron, buscando algún tipo de consuelo poético, en apreciar esa condición fugaz de la naturaleza. Enaltecieron la vejez, se reconciliaron con las arrugas y los ropajes gastados, apagaron sus paletas cuando el sol se despedía, se internaron en la suciedad, la neblina, la luz enfermiza, la herrumbre y la tierra yerma e impregnaron sus formas con el acontecer del tiempo sobre la carne. La fealdad entonces se volvió una de las caras de la belleza, de la belleza del existir que no es otra cosa que la dignidad de la supervivencia. Marcela Mouján, definitivamente, no se alista en la trouppe de estas almas compasivas. No le vengan con el cuento de la muerte como parte de la vida. Para Mouján todo lo feo afuera. Y todo lo divino al palo. De la mano de Marcela aterrizamos en un paraíso de artificialidad obscena, más precisamente en su pampaparaíso.

Hace un par de días charlamos sentadas bajo su gigantesco y bestial cuadro del jacarandá. Tuve la sensación de pic-nic, de protección y cobijo junto a esas ramas lisérgicas y superpobladas de flores lilas fragmentadas con retazos caprichosos de luz casi blanca. Olvidé preguntarle si la unión de las dos palabras, pampa y paraíso, obedecía a una cuestión rítmico fonética o a la formación de la palabra papá entremedio. Es que su obra estuvo siempre tan entreverada con su historia familiar que es casi imposible, a pesar de los drásticos cambios formales, no seguir volviendo a cierto árbol genealógico. Pero no quiero irme por las ramas, voy a enfocarme en lo que nos convoca hoy, en estas obras impactantes y avasalladoras. Claro que sí: tanta belleza es una amenaza, una femme fatale. La rama-madre es un animal de cuello grueso, largo y rugoso que avanza abrupto y rotundo sobre el cielo. Toda la vitalidad que encierra el volumen hinchado del palo borracho se bifurca y estalla en hijos, nietos y bisnietos que trazarán su camino en el vacío. De cada ramita brotarán las flores como lenguas frescas y sensuales. Serán acaso las ramas, las resquebrajaduras que lo surcan, la forma que encontró el cielo de mostrar sus heridas. Recuerdo ahora ese cuento tan bonito que repetía Yves Klein sobre el día en que se le reveló su misión como artista. Recostado en la playa de Niza, de cara a un cielo azul límpido, ve pasar una bandada de pájaros. Puntos negros incrustados en el azul profundo. Se da cuenta de que los pájaros, como balazos insolentes a la pureza del vacío, han arruinado su cielo. Todo lo que tiene que hacer, de ahora en más, es preservar ese vacío sensible, habilitando porciones de infinito. Para algunas hipersensibilidades, como la de Marcela, el tono de aquello que se mira puede ser un balazo al corazón.Y si eso que se mira está agonizando, el corazón agoniza también, no hay separación posible. Lejos de paralizarse, Mouján se pone manos a la obra y construye el Paraíso a imagen y semejanza de su fantasía de eternidad que, dicho sea de paso, tiene el poder de establecer lazos de empatía efectivos con la fantasía popular. Después de todo, nadie está preparado para morir, ni un poquito ni del todo.

Diosa miope, híper minuciosa en los detalles, Marcela destripa las fotos que toma en la pampa ó a la vuelta de su casa y reconstruye, poda, injerta, limpia, pega, recorta, maquilla, modela espinas y bordes de pétalos carnosos, repite, invierte e inventa. El resultado quirúrgico es un Frankenstein divino, folclórico y rococó. Inevitable decir: ¡qué belleza! La naturaleza es hermosa. La pampa es inmensa y esplendorosa. Nuestra Pampa húmeda y linda y siempre verde. Caemos rendidos a dormir la siesta bajo las ramas de un jacarandá que nunca soltará sus flores -y por lo tanto nadie las pisoteará -, vibramos con la flor de ceibo que entreabre su boca roja, somos el caballito en el horizonte pastando plácidamente, babeamos con los kinotos gordos y encendidos y deseamos zambullirnos de cabeza en el colchón de soja tupida. Para que la decoración bucólica esté completa no puede faltar el rancho y el molino a lo lejos. Si tajeásemos el lienzo a lo Lucio Fontana sería igualito al final de la película The Truman Show. Plin! La burbuja estalla, la campana de vidrio muestra su rajadura y del otro lado la vida es marrón y gris y no le caemos bien a todo el mundo. Los cuadros de Mouján son ventanas a un paisaje que no podemos tocar ni transitar porque no existe más que en la fantasía, en la híperrealidad.

Marcela Mouján, versión naif de Mary Shelley, de movimientos desgarbados y sensuales, que dice con humor terribles verdades y fantasea con ser la Dafne argentina convirtiéndose en palo borracho –nada de laureles y gloria al final por favor, eso es para la gente seria, dios nos libre de semejante embole – nos está vendiendo un buzón. Un camelo adorable, hecho con el sudor de su frente y su habilidad de jardinera japonesa digital. ¿Y qué es el arte sino eso? Ficciones convincentes que pueden hacernos un poquito más felices.

Verónica Gómez
Buenos Aires, 8 de Junio de 2011

 

 

“pampaparaiso son cuadros sobre nuestra naturaleza cercana: Ceibos, Jacarandaes, Palos Borrachos en flor, kinotos, soja, pastizales y pampa. Se trata de una visión idealizada de la naturaleza, celebrada, no sin cierta ironía, de colores saturados, volúmenes y luz. Son 'collages' digitales realizados a partir de cientos de diferentes fotografías que saque en Buenos Aires y La Pampa, recortadas y pegadas flor por flor, rama por rama, impresas luego sobre tela, y terminadas a mano con pincel, y en algunos casos hasta con altorelieves, como en el caso de las espinas del palo borracho que se proyectan hacia afuera de la tela.
Me gusta de pampaparaiso su clara relación con la argentina más utópica, y con la naturaleza en sí misma. Y su lenguaje contemporáneo aplicado a uno de los bastiones de la historia del arte: el paisaje.”

“Cuando trabajo pienso en miles de cosas al mismo tiempo, en los caballos diminutos de Cándido López, en la visión de la Argentina de Luis F. Benedit, que fue mi maestro, en la escultura ‘Apolo y Dafne’ de Bernini , en la luz de Caravaggio, en la naturaleza y la pampa y la argentina soñada; y a la vez no pienso en nada y me dejo llevar. Cada obra que hago es la suma de mis experiencias traducido en color y forma, cuando hago un Palo Borracho soy como una Dafne criolla transformándome en árbol.”

 

Marcela Mouján obtuvo numerosos premios y becas entre los que se destacan el primer premio MINI-BMW (2004), el premio “Leonardo”, Museo Nacional de Bellas Artes (2000), y las becas de Fundación Antorchas y del Fondo Nacional de las Artes. Participa en numerosas muestras, representando a la Argentina en la Bienal de la Habana y en la Bienal del MERCOSUR, entre otras.
Su obra forma parte de las Colecciones del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, del Museo Castagnino+macro, de la Daimler Collection en Alemania, y de numerosas colecciones privadas en Argentina y en el exterior.
Nació, vive y trabaja en Buenos Aires.